Ariguanabo TV
6 min readNov 15, 2019

América Latina: la confrontación: Bolivia (II)
Por Orestes Martí

Con nuestro trabajo “América Latina: la confrontación Bolivia”, en su momento continuamos el análisis de esa región que habíamos iniciado con América Latina: la confrontación.

Entre otras cosas, allí señalamos parte de lo que se estaba moviendo para evitar que Evo Morales continuara en el poder. obviamente, los acontecimientos posteriores han mostrado que se estaba bastante lejos de conocer todo el complejo escenario que se ocultaba a los analistas más sagaces.

Los acontecimientos que en torno a Bolivia se han sucedido apuntan claramente a un golpe de estado con mucha preparación y que -en nuestra opinión- obviamente ha sido elaborado a partir de una estrategia general para la zona.

Sabemos que existen múltiples teorías y opiniones sobre el asunto; nosotros pensamos que sería muy interesante para nuestros lectores conocer algunas de ellas, incluso las que no son reproducidas por los medios de gran difusión.

Por todo ello, nos gustaría comenzar por dar a conocer una muy autorizada opinión al respecto, que en líneas generales compartimos.

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Cuando nos referimos anteriormente a la actividad de los medios, pensábamos en aquellos que forman el “coro de apoyo” al golpismo “clásico” de la derecha latinoamericana, que es quien realmente los controla. En este sentido, proponemos la lectura del siguiente artículo, que aunque se refiere a la Argentina, es en realidad el accionar general de todos esos “medios”:

Los medios oficialistas argentinos, estatales y privados, manipulan la información sobre Bolivia.
Una gran parte de los medios argentinos acompaña, con el manejo de la información y en las opiniones que difunde, el golpe de Estado perpetrado en Bolivia contra el presidente Evo Morales, en algunos casos negando incluso el enunciado y la palabra golpe y en otros llegando a prohibirlo, como fue denunciado en el sistema público.
Esta política editorial, muy visible el lunes 11 y el martes 12 de noviembre, se corresponde con los relatos y enfoques de las semanas previas al golpe, en las que la ofensiva de la derecha opositora fue presentada como una espontánea, libre y pacífica expresión ciudadana, mientras se minimizaban o ignoraban acciones de violencia, que incluyeron ataques a edificios públicos y a medios de comunicación.
Por el contrario, producido el golpe, las manifestaciones contrarias a él son presentadas inevitablemente como violentas, con palabras de descalificación tales como “turbas”.
Esta postura es muy similar a la desplegada por los medios convencionales de Bolivia, opositores al Presidente y al Movimiento al Socialismo, y replica las de los grupos hegemónicos de otros países de la región, en aplicación de una matriz de alcance continental.
Mientras se lo describe a Evo Morales desplazado por una “rebelión popular”, para las manifestaciones favorables al Presidente se incluyen enunciados como “milicias” y “grupos violentos” que desatan “terror”.
Hay múltiples ejemplos de estas estrategias en Clarín, Infobae y La Nación, que se autodefinen como los medios con mayor impacto en el país.
En su edición en línea del martes 12, Clarín habla de crisis “desatada por la renuncia de Evo Morales”, mientras La Nación publicó el mismo día que los militares y policías que salieron a patrullar a partir de la noche del lunes recibían expresiones de agradecimiento de los “civiles”.
En la descripción e interpretación de los hechos, además, los autores de todos estos textos soslayan que la policía y las Fuerzas Armadas se negaron a controlar la seguridad del país y que cambiaron diametralmente de postura una vez que el Presidente fue derrocado, para sí pasar a asumir responsabilidades que, dicen, les atribuyen la Constitución.
La preparación del golpe contó también con una cobertura llena de manipulaciones. La planificación y ejecución de la maniobra incluyó el sábado 9 la toma por la fuerza de medios estatales y populares identificados con el gobierno de Morales, pero estos hechos fueron negados al público en Argentina. También las amenazas recibidas por funcionarios y legisladores del Movimiento al Socialismo, forzados a renunciar bajo amenaza de exterminio completo de sus familias, y la quema de sus viviendas.
La línea editorial no es novedosa, ya que estos medios son críticos acérrimos de los gobiernos de fuerzas de izquierda, progresistas o populares de América Latina, y defensores a ultranza de los regímenes derechistas, en especial el de Chile, exaltado hasta el paroxismo como un modelo ideal en el plano económico y político y como ejemplo que debía ser imitado.
En este contexto, uno de los actos de manipulación más alevosos fue cometido el jueves 24 de octubre, cuatro días después de las elecciones ganadas por Evo Morales y en medio de la controversia por el escrutinio. Ese día Clarín publicó en portada una foto que mostraba una movilización multitudinaria en La Paz, con el epígrafe “La gente salió a la calle para reclamar contra un posible fraude”. Pero la movilización no era de la oposición, sino a favor del Presidente y su gobierno. Aunque esto fue determinado en minutos y a simple vista, Clarín se tomó seis días para acusar recibo de lo que llamó “error”, aunque no lo hizo en la portada, sino en la página 36.
En los medios públicos la situación es muy parecida. La Comisión Interna del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa) en Radio Nacional Buenos Aires denunció públicamente la “orden impartida por una jefa del Servicio Informativo del turno mañana, de dejar de utilizar la expresión golpe de Estado”.
Esta acción de los jerarcas macristas en la radio, acorde con la postura del gobierno, “se suma a la constante censura que esta gestión ha impuesto en estos cuatro años”, agrega el parte.
En tanto, la Comisión Gremial Interna de Télam advirtió el 12 de noviembre a las autoridades que “la interrupción de un proceso democrático no puede ser tratada con indiferencia, eufemismos o citas indirectas”.
Y, el mismo día, se verificó otro hecho en la misma línea: en la portada de la edición impresa de Clarín fue incluido, si bien en un espacio pequeño y al pie de la página, la noticia de que la Unión Cívica Radical, que integra la alianza en el gobierno, define a los acontecimientos en Bolivia como un golpe de Estado. Parecía entonces un acto de cierto equilibrio informativo, pero en la versión en línea del mismo diario,-

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Yldefonso Finol.

Estas reflexiones respetuosas, en el más puro espíritu solidario, compartiendo el sentimiento mayoritario de indignación que manifiestan las gentes honradas del planeta frente a la brutal embestida fascista, las planteo para invocar la conciencia que nos moviliza a derrotar este zarpazo y prevenir su repetición contra otros pueblos hermanos. En ningún caso incurriría en la impertinente pose de juzgar la actuación de los camaradas bolivianos ni en la arrogancia intelectual de dictar cátedra en un debate que tiene por protagonista principal al pueblo que hizo posible la creación del Estado Plurinacional de Bolivia.
La salida forzosa de Evo Morales de la presidencia es un duro golpe a la democracia contemporánea, a lo mejor de la cultura ciudadana alcanzada por la humanidad, a la convivencia intercultural y multiétnica como paradigmas de inclusión social y respeto a la diversidad. El golpe de Estado en Bolivia es un retroceso histórico a estadios autoritarios lacerantes que degradaron la vida en este continente colonizado por Europa hace más de cinco siglos y recolonizado por el imperialismo estadounidense desde la segunda mitad del siglo XIX.
Este asalto fascista al gobierno boliviano, en el mero centro geográfico de Suramérica, es una bola de polos lanzada con fuerza, cálculo y maña para tumbar todos los pines de la pista. Es un ataque directo al corazón de nuestra tierra; geopolíticamente es la conquista de la atalaya desde donde la fuerza enemiga tendrá la visual preferente sobre el escenario de nuestros movimientos, permitiéndole actuar con ventaja de altura y la cuesta a su favor.
El asunto será saber por cuánto tiempo.

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