ECyC: Museos, recuerdos y proyectos
Por Orestes Martí
Hacía tan solo unas horas, intercambiando sobre proyectos con unos amigos, varios recordaron el “Proyecto Martianos”; sus objetivos principales y ciertos temas vinculados al mismo: la inauguración del Km 0 en el Museo Casa de Colón, en Las Palmas de Gran Canaria, el ambicioso plan de vincular a todos las sitios principales donde el Héroe Nacional de Cuba dejó su huella -entre ellos: Guatemala, México, Republica Dominicana, Venezuela, Estados Unidos de América (Nueva York, Tampa y Cayo Hueso)…..-; la aparición en Cuba del primer bosque martiano y la intención de que bosques similares se pudieran desarrollar en otros sitios; de la posible vinculación entre proyectos -como el del “Polo turístico del Ariguanabo”, propuesto desde hace varios años y -como diría uno de los participantes- “durmiendo el sueño eterno en algún lugar”….
Fue entonces, cuando una de las personas con presencia virtual mencionó un escrito que -según decía- había aparecido en la Red de redes el día anterior y su autor, el Historiador de La Habana. don Eusebio Leal Spengler; su título “Museos” y “la fuente” el periódico Granma.
Hicimos de inmediato la correspondiente “búsqueda” y el resultado fue lo que a continuación compartimos con nuestros lectores:
“Las primeras colecciones que vi estaban en el aula principal de la escuela, se trataba de exponentes de las ciencias naturales. Las aves se conservaban en un armario de caoba y puertas de cristal, cuyas llaves habían desaparecido años atrás, de ahí que, cubiertas por la pátina del tiempo, apenas sí atraían nuestra curiosidad, a pesar de haber allí un nido de tomeguines del pinar, ingenioso y perfecto.
“A este rincón de nuestra casa de estudios se le daba el nombre de Museo, y fue el primero del que tuve noticias.
“Fue un 28 de enero cuando visitamos los primeros museos verdaderos: la Fragua Martiana y la Casa Natal de José Martí.
“Las distancias y aun el tiempo, cuando uno es pequeño, resultan indefinidamente mayores, y lo que hoy nos parece próximo, en aquellos días resultaba distante; por eso nuestra marcha, andando la ciudad -cada cual con la pequeña rosa blanca de papel en la mano-, convertíase en una animada excursión, a la sombra protectora de los portales, atravesando las calles y avenidas adoquinadas por las cuales aún se deslizaban sobre rieles de acero los tranvías, con el característico chisporroteo de sus troles.
“Finalmente estábamos ante las piedras de las canteras de San Lázaro, leyendo las tarjas de piedras con los pensamientos del Apóstol, cruzando los pasadizos excavados en la peña viva hasta llegar al busto en que hallábase representado el Maestro, de forma serena y reflexiva.
“Pero lo más interesante estaba en la casa adjunta, donde alguien con voz dulce y pausada nos explicó, en primer lugar, lo que quería decir la palabra fragua. Luego la vida de Martí niño, adolescente, cautivo y doliente en los trabajos forzados, en el lejano exilio y en los días de guerra y revolución.
“En las urnas del Museo había muchas y muy pequeñas cosas que sin embargo recordamos después, cuando ansiosamente leímos las páginas de Manuel Isidro Méndez, de Hortensia Pichardo, de Emilio Roig, o de Gonzalo de Quesada, precisamente el señor que vestido de blanco nos había guiado, despertando en la delicada sensibilidad de los pequeños el temprano amor a la vida y a la obra del Apóstol.
“Años después, llevando del brazo al anciano de carácter ríspido y prodigiosa memoria, le recordé que entre la multitud de niños de las escuelas de La Habana a los cuales él enseñó ese rincón tan significativo y trascendente de la Patria, me había encontrado cuando apenas levantaba unas pocas cuartas del suelo.
“La segunda impresión, aún más fuerte, fue la casita de la antigua calle de Paula, sobre cuya fachada estaba la estrella solitaria señalando una fecha, el 28 de enero de 1853.
“Cómo olvidar aquellas fotografías que el tiempo había amarillado, las maquetas de las tabaquerías de Tampa que en el momento de la explicación se iluminaban, dejando ver, tras las diminutas ventanas de sus aposentos, las mesas y aun los instrumentos de labor de los obreros.
“Ascender a los aposentos superiores nos asombraba por su sencillez, de tal forma que resultaba para todos sorprendente que Martí hubiese venido al mundo en una habitación aún más pequeña que las de nuestros propios hogares, y queriéndonos llevar instintivamente nuestra impresión para siempre, poníamos furtivamente las manos sobre los escasos muebles, para deletrear luego un pensamiento colocado sobre el dintel de una ventana:
“«…Los niños son los que saben querer, […] los niños son la esperanza del mundo».”
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Museos de Cuba
Instituciones sin fines de lucro con un mecanismo cultural dinámico, evolutivo y permanentemente al servicio de la sociedad. A través de ellos se conserva, investiga y da a conocer el patrimonio material e inmaterial, mueble e inmueble de diversos grupos y su entorno.
Reseña histórica
Los siete primeros museos que existieron en Cuba fueron la Casa Natal de José Martí y el Museo de Bellas Artes, en La Habana; en Santiago de Cuba, el Museo Bacardí; en Camagüey, el Museo Ignacio Agramonte; en Villa Clara, el Museo de Remedios y en Matanzas, el Museo Oscar María de Rojas.
En el siglo XIX existieron otras instituciones museológicas como el Museo de Historia Natural y Anatomía Patológica, fundado en 1874 por la Academia de Ciencias Médicas Físicas y Naturales de La Habana; institución que en 1962 devino en el actual Museo Nacional de Historia de las Ciencias “Carlos J Finlay”.
El Museo Antropológico Montané, que pertenece a la Facultad de Biología de la Universidad de La Habana, fue fundado en esa casa de altos estudios en 1903 y lleva el nombre del catedrático Juan Luis Epifanio Montané y Dardé.
Cuando en enero de 1959 comenzó a organizarse en Cuba el programa para el trabajo cultural, estas instituciones fueron objeto de un cuidadoso trabajo de restauración y reinstalación de sus colecciones. Posteriormente, fueron reparándose e instalándose las casas donde nacieron Carlos Manuel de Céspedes en Bayamo, Ignacio Agramonte en Camagüey y Calixto García en Holguín. Se crearon, además, museos temáticos como los de Artes Decorativas en La Habana, Gibara, Sancti Spiritus y Santa Clara; el museo Romántico de Trinidad; el museo de la Ciudad en La Habana y el museo Farmacéutico en Matanzas. Se inauguraron los museos dedicados a la Revolución como el 26 de Julio en el Moncada; la Granjita Siboney; el Museo de la Revolución y se aprobó la Ley №23 de los Museos Municipales que planteaba la creación de un museo en cada municipio, para rescatar la historia, las tradiciones y la cultura de la comunidad.