Ariguanabo TV
15 min readJan 10, 2022

Serie Sector Primario. Ganadería extensiva, ganadería intensiva. ganadería industrial (II)
Por Orestes Martí y Fernando Alemán.

Desde que publicamos “Ganadería extensiva, ganadería intensiva. ganadería industrial”, el debate ha continuado en los plataformas tecnológicas y en algunas redes sociales que las utilizan. Una interminable guerra de “trinos”, vídeos, artículos de “¿opinión?” y toda una variedad de elementos desinformativos que no somos capaces de “categorízar”, puesto que no se corresponden realmente con ninguna de las acciones incluidas en lo que supuestamente abarca la categoría “manejo de la información” o “procesamiento analítico sintético” sino más bien en la de “manipulación de la información”; que parece lo mismo pero no es igual.

Hoy continuamos con el tema y avanzamos que no lo abandonaremos mientras no sea absolutamente necesario, pues está tocando elementos de una tremenda importancia tanto para la ciudadanía como para los propios productores y obviamente estrechamente vinculados a los temas tanto de la “seguridad alimentaria” como de la Salud Pública.

Vamos a compartir un primer material en nuestra acostumbrada Sección de Información Factográfica, titulado “Garzón, las macrogranjas o cómo la intoxicación informativa ahoga la democracia”, escrito por Daniel Bernabé

En España, en la última semana, han ocurrido unos cuántos hechos de importancia. Uno, como en casi todo el mundo, ha sido el avance de la variante ómicron, que ha vuelto a elevar la tensión en un sistema sanitario que no ha sido reforzado ni revisado desde la primera ola de la pandemia. Otra es el ascenso de la inflación, que como en toda Europa parece provocada por el aumento del precio de la energía, lo que complica las cifras de crecimiento proyectadas desde el pasado año. También hemos conocido unos excelentes datos sobre el descenso del desempleo, lo que confirma que las políticas de protección pública han resultado exitosas y que el aumento del salario mínimo no ha causado la hecatombe que pronosticaban los economistas liberales.

Sin embargo, en estos últimos días, la atención no se ha centrado en ninguna de estas importantes noticias, sino en una polémica que ha tenido como centro al ministro de Consumo, Alberto Garzón, y las macrogranjas. Una polémica que trasciende el contexto español y el propio ámbito donde ha girado, ya que a mi juicio resume el funcionamiento actual de la política, expuesta cada vez más a campañas de manipulación que alteran el funcionamiento democrático.

1. Qué dijo el ministro Garzón

El diario británico The Guardian publica una entrevista con Garzón el día 26 de diciembre que en España pasa totalmente desapercibida. En ella el ministro de Consumo hace la siguiente afirmación:

“La ganadería extensiva es un medio de ganadería ambientalmente sostenible y que tiene mucho peso en partes de España como Asturias, partes de Castilla y León, Andalucía y Extremadura. Eso es sostenible; lo que no es en absoluto sostenible son las llamadas megagranjas… Encuentran un pueblo en una parte despoblada de España y ponen 4.000, 5.000 o 10.000 cabezas de ganado. Contaminan el suelo, contaminan el agua y luego exportan esta carne de mala calidad de estos animales mal tratados”

The Guardian añadía que: “Garzón dice que los españoles no necesitan dejar de comer carne por completo, pero sugiere que coman mucha menos y se aseguren de que sea de buena calidad por el bien de su salud y el medio ambiente. Él contrasta los productos baratos y producidos en masa con la carne criada tradicionalmente”.

2. La campaña de manipulación

El día 3 de enero, la revista Cárnica, una publicación del sector ganadero totalmente desconocida para el gran público, lanza un artículo con el título: “Garzón afirma en The Guardian que España exporta carne de mala calidad de animales maltratados”. Obviamente el titular es tendencioso ya que afirma que el ministro culpa a “España”, es decir, a todo su sector ganadero, cuando el responsable de Consumo tan sólo se refería a las macrogranjas. Que una revista corporativa titule de forma sesgada una entrevista que no le favorece entra dentro de lo esperable. En su propia cuenta de Twitter no comparten la noticia hasta el día siguiente, obteniendo tan sólo 4 retuits. ¿Cómo llega este artículo entonces a convertirse en un arma de manipulación masiva?

La primera cuenta relevante que se hace eco de la noticia de Cárnica es la de Mila Marcos, portavoz de agricultura en el Congreso del Partido Popular (PP), la oposición de derechas. Parece razonable pensar que la diputada, por su designación, conozca esta revista, no así que no reaccionara a la entrevista de The Guardian publicada el día 26 por el propio Garzón. ¿Al estar en inglés y al ser posterior al día de Navidad, uno de baja atención informativa, era imposible crear polémica con el material original? Marcos sube un escalón el propio titular tendencioso y escribe en Twitter: “BASTA YA de atacar a los ganaderos españoles desde el Gobierno”. Son las 18:36 del lunes 3 de enero y la publicación alcanza unos modestos 42 retweets.

Ricardo Chamorro, un desconocido diputado de Vox, partido ultraderechista, publica unos minutos más tarde la noticia de Cárnica en Twitter elevando aún más el listón: “Este gobierno no solo está al servicio de las élites globalistas, sino que ni lo disimula atacando directamente a nuestro sector ganadero y cárnico”. Alfonso Fernández Mañueco, también del PP, publica a las 20:31h: “Qué ha hecho Castilla y León para que el Gobierno de España ataque de nuevo a nuestros ganaderos. No lo vamos a admitir. Nos tendrán enfrente en la defensa de los hombres y las mujeres del campo. El ministro de Consumo tiene que rectificar ya o dimitir”. Mañueco, al ser el presidente de la región castellanoleonesa, al estar en precampaña electoral, es quien consigue atraer la atención de parte de los medios de comunicación nacionales, que replican el titular de Cárnica y sus palabras sin contrastarlas. ¿Sólo el?

Julian Macías Tovar, experto en campañas de manipulación, explica el jueves 6 en su cuenta de Twitter que entre el lunes 3 y el martes 4, las principales cuentas de intoxicación de la ultraderecha y miles de bots realizan más de 100.000 publicaciones, inundando las redes sociales, eso sin contar con los servicios de mensajería instantánea. Es decir, ya no estamos hablando tan sólo de un titular tendencioso en una revista corporativa, ni siquiera de unos políticos en la oposición que magnifican ese titular, ni de unos medios que no comprueban la entrevista original, sino, además de todo esto, de una campaña digital perfectamente trazada para situar como primer punto de la actualidad la siguiente idea: “Garzón es el enemigo de todos los ganaderos españoles”. Pero hay algo más.

Macías Tovar explica que el servicio agregador de noticias Microsoft News, que aparece por defecto en todos los ordenadores que corren bajo Windows así como en gran cantidad de teléfonos móviles, recomienda más de 15 noticias tendenciosas contra Garzón, número muy por encima de los temas que citamos al principio del artículo. Se da la casualidad de que el responsable comercial de la revista Cárnica, un periodista llamado Jorge Cocero, trabajó en Microsoft News. ¿Cuál es el criterio que sigue el gigante tecnológico para seleccionar sus noticias?

3. Las reacciones

La tarde del martes 4, la campaña de manipulación ha tomado tal intensidad que incluso dirigentes del Partido Socialista (PSOE), que conforman junto a Unidas Podemos (UP) la coalición de Gobierno, comienzan a atacar a Garzón, bien por oportunismo, bien por el miedo de quedar manchados, ya que en sus regiones la ganadería tiene un peso económico notable. En esta línea se expresan Emiliano García Page, presidente de Castilla-La Mancha, o Javier Lambán, presidente de Aragón, quien escribe en Twitter que: “estas desgraciadas e insensatas declaraciones son una agresión directa a una parte importante de la economía aragonesa, que se esfuerza por ser competitiva y sostenible. El que las hace no puede ser Ministro de España ni un día más. Es en sí mismo un insulto a la inteligencia”.

El miércoles 5 la situación se complica aún más. Dos ministras del propio Gobierno, ambas del PSOE, desautorizan a Garzón. Pilar Alegría, en la radio Onda Cero, diciendo que las declaraciones a The Guardian las ha hecho “a título personal”. La ministra Portavoz, Isabel Rodríguez, niega también que el Ejecutivo comparta la posición del ministro de Consumo, e incluso, ante las preguntas de si Garzón va a dimitir, afirma que: “se lo deberá preguntar a él”. El Gobierno, al menos la parte socialista, piensa el miércoles que, más allá de las declaraciones originales y ciertas de Garzón, la batalla está perdida, por lo que prefieren distanciarse dejando solo al ministro.

Sin embargo, además de los ministros y dirigentes de UP, que apoyan a Garzón, en Twitter se empieza a generar una contra ola de adhesión hacia el ministro, ya que se considera que la polémica parte de unas declaraciones manipuladas. También diferentes medios nacionales intentan aclarar lo sucedido, al menos en el sentido de situar el debate en la pretensión original: la crítica a las macrogranjas. El ministro es entrevistado a última hora de la tarde del miércoles en la Cadena Ser donde se reafirma en su entrevista original.

Entre el miércoles y el jueves, plataformas vecinales contra la ganadería industrial, ecologistas y algunas pequeñas asociaciones de ganaderos en extensivo apoyaron al ministro Garzón.

4. La cuestión real

El sector agroalimentario, incluyendo la distribución, movió en España en 2021 alrededor de 100.000 millones de euros, representando casi un 10% del PIB y empleando a más de dos millones doscientas mil personas. En los dos últimos años de la pandemia se ha considerado una rama esencial creciendo por encima del resto de la economía española.

En España hay 86.000 granjas de ganado porcino, 130.000 de vacuno y 5.000 avícolas. Alrededor del 80% de las mismas se consideran ganadería intensiva, esto es, donde se estabulan industrialmente los animales con la finalidad de aumentar la producción. El número de cabezas de ganado ha crecido en el último quinquenio, pero el número de explotaciones se ha reducido en varios miles, aumentando por tanto su concentración. Existen más de 3.000 explotaciones de porcino que cuentan con entre 750 y 2.500 animales, repartidas por todo el país, pero con especial implantación en Cataluña y Aragón, donde existen 84 cerdos por km² frente a 28 personas por km². Las conocidas como macrogranjas.

¿Cuáles son las ventajas de las macrogranjas? Su alta capacidad de producción, el menor coste de los alimentos y por tanto unos mayores y más rápidos beneficios. ¿Cuáles son sus desventajas? La concentración de la contaminación, especialmente de los acuíferos, las emisiones de CO2, el mayor uso de medicamentos y el deficiente bienestar animal. Por contra, el modelo extensivo es el que aprovecha el entorno dejando a los animales al aire libre, utilizando los recursos naturales, en un espacio de confinamiento mayor o pastoreándolos. La rentabilidad es menor.

El propio Gobierno español se comprometió en febrero de 2020 a seguir la hoja de ruta de la Unión Europea F2F, de la Granja a la Mesa, que pretende: “acelerar la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles”. Cinco europarlamentarios socialistas realizaron en 2020 una petición a la Comisión Europea para que investigara la implantación de macrogranjas que podrían incumplir la propia legislación de la UE. Parlamentarios socialistas de Castilla y León pidieron frenar la implantación de 14 nuevas macrogranjas en Palencia. Tres ejemplos, de decenas en los últimos dos años, donde el PSOE adoptó justo la misma postura que el ministro Garzón en su entrevista.

Por contra, a principios de diciembre se conoció que la Comisión Europea llevaría a España frente al Tribunal de Justicia de la UE por la contaminación de ganadería y agricultura industrial. En el Congreso, a mitad del mismo mes, el PSOE votó junto con PP, Ciudadanos y Vox, la derecha, contra el intento de Unidas Podemos de prohibir las macrogranjas en zonas vulnerables.

5. La guerra cultural

La cuestión última de toda esta historia es que en ningún momento, aunque así lo pueda parecer, la intención de los detractores de Garzón es discutir sobre modelos de ganadería. Los grandes propietarios del sector están, como no podía ser de otra manera, en contra de un ministro que, sin competencias directas en su actividad, tiene que velar por los productos consumidos, apostando por un modelo contrario al de las macrogranjas que les reporta grandes beneficios. En esta polémica la pretensión de las grandes empresas ha sido la de hacer pasar sus intereses por los de los pequeños propietarios.

La derecha y los ultras tergiversaron las declaraciones del ministro, diciendo que atacaba a todo el sector ganadero, pero no han hecho en ningún momento mención a algo esencial: preguntar si el Gobierno tiene, más allá de la supuesta postura contra las macrogranjas, un plan de transformación que cambie el modelo actual por uno sostenible. En todas las apelaciones contra Garzón no se hablaba de puestos de trabajo o planificación de un sector estratégico que empieza, como otros muchos, a depender de inversionistas extranjeros agrupados en fondos buitre. Simple y llanamente porque, repetimos, la pretensión no era discutir sobre ganadería, un sector que tan sólo ha sido una coartada para la enésima guerra cultural de la derecha.

El diputado ultra Espinosa de los Monteros sintetizó con especial procacidad en qué consiste esta guerra cultural: “Claro que sí, los comunistas también tienen derecho a cenar, y a cenar jamón del bueno. Ese no es el problema. El problema es que ellos cenen jamón y pretendan prohibírselo a los demás. Lo de siempre de la izquierda!”. Por otro lado, Cuca Gamarra, la portavoz del PP, declaró que Garzón: “ha dedicado sus mayores esfuerzos, copiando a Stalin, a presentar un recetario de cocina innecesario”. Garzón pasa así de enemigo de los ganaderos a enemigo de todos los españoles, convirtiéndose en una suerte de terrible tirano comunista que viene a robarles el jamón. Pueden parecer unas declaraciones ridículas, como así ha celebrado la izquierda en las redes sociales, pero buscan crear una alarma social que haría mal en minusvalorarse. El miedo no entiende de lógica, la manipulación carece de mesura.

Tanto es así que en medio de todo este despropósito un vídeo contra Garzón se ha hecho viral. Una familia de clase alta, desde la abuela hasta los nietos, saluda a la manera militar con el himno nacional de fondo, mientras un crío destapa lentamente un jamón izando la bandera de España que lo cubría. Lo que hasta hace no mucho tiempo hubiera sido patrimonio de directores de cine como Berlanga, una ácida visión del ridículo conservador, se ha convertido en motivo de orgullo para los sectores derechistas más fanatizados. La escena, entre lo grotesco y lo cómico, ilustra lo bien que funcionan estas campañas entre los más cercanos ideológicamente, disponiéndolos como una infantería que, aún sabiendo que el mensaje que reciben es una manipulación, sienten la necesidad de amplificarlo.

Pero, ¿y el resto de la gente, esos millones de personas no alineados políticamente? En este tipo de situaciones la primera impresión suele ser la que queda, resultando muy difícil variar el primer impacto comunicativo. Es cierto que en algunos medios y redes se ha acabado hablando de nuevo de los problemas de las macrogranjas, tanto como que para millones de personas este suceso habrá quedado sentenciado por un mensaje de WhatsApp que les alertaba de que un ministro comunista venía a quitarles los filetes y a acabar con los pobres pastores. Se elimina por completo el problema real de fondo para transformarlo en un ataque al país, precisamente por los mismos que enturbian su política, perjudicándolo en la búsqueda de soluciones útiles para problemas concretos.

La selección del protagonista no es casual. Garzón se ha convertido en uno de los ministros más débiles de este Gobierno precisamente porque la naturaleza de su Cartera encaja mal con sus pretensiones y con estos tiempos de manipulación mediante lo digital. Al no tener competencias reales de transformación se limita a lo que puede, campañas de sensibilización sobre temas como la alimentación o los juguetes. Campañas razonadas y que mucha gente, más allá de su ideología, compartiría si no supiera su origen. Pero campañas susceptibles de ser el combustible perfecto en la guerra cultural. Bien es cierto que el ministro de Consumo ha conseguido restringir la publicidad de apuestas deportivas, algo que ha supuesto una caída de beneficios en los medios: perjudicar la cuenta de resultados no hace amigos.

Este mismo verano el ministro de Consumo tuvo un incidente muy similar con la carne. La derecha ha intentado manipular sin tanto éxito otras campañas en contra de las bebidas energéticas, la bollería industrial o los juguetes sexistas, siempre utilizando un mecanismo narrativo similar. Los problemas nunca giran en torno a las cuestiones estructurales, a la razón material de los conflictos, sino a la individualidad y la libertad, que la izquierda pretende presuntamente cercenar. Todo, además, trufado por un españolismo constante, que no es una preocupación sincera por la mejora del país, sino la utilización más fanática de sus símbolos para defender los intereses de los grandes propietarios.

El problema es que aunque se consiga demostrar que existen campañas orquestadas de manipulación digital, que son amplificadas por muchos medios de comunicación, aunque se tenga claro el mecanismo, los intereses y los protagonistas que las mueven, eso no evita que sucedan y que consigan enturbiar el juicio de millones de personas. La sensación es que por cada agujero que se pretende tapar con datos y hechos se abren otras dos vías de agua por donde fluyen, más que los bulos, una campaña de sabotaje social constante. ¿Quién dice la verdad? ¿quién miente? El objetivo de la manipulación de las derechas es, en último término, más que confundir un tema en concreto, dejar a la sociedad incapacitada para distinguir lo cierto de lo falso: una democracia sin brújulas es una democracia a medias.

6. Algunas conclusiones y preguntas sin respuesta

Garzón se ha ratificado en sus declaraciones, calificándolas de “impecables”, ya que sabe que añadir cualquier matiz sería salir absolutamente derrotado y probablemente tener que dimitir. En política, si tienes que dar explicaciones es que has perdido y Garzón ha tenido que dar demasiadas explicaciones en este último año. Aunque tengas la razón de tu lado, y en mi opinión el ministro la tiene en sus campañas, hay algo que evidentemente falla en todo esto, ¿Qué es?

En primer lugar que las declaraciones del ministro de Consumo no fueron impecables. En la misma entrevista en The Guardian afirma que los hombres le critican más porque “sentían que su masculinidad se vería afectada por no poder comer un trozo de carne o hacer una barbacoa”. Esto, además de gratuito y difícilmente demostrable, es ponerte tú solo a los pies de los caballos en las guerras culturales de las derechas. De hecho, aunque Garzón dispusiera de datos para afirmar tal cosa, no parece lo más inteligente señalar a la mitad del país como unos trogloditas que anteponen su “masculinidad” a los problemas reales.

En segundo lugar, es obvio que el Gobierno ha carecido de cualquier coordinación antes de la entrevista como después de la fabricación del escándalo. En estos momentos desconocemos cuál es la postura respecto a la Ganadería de este Ejecutivo, no tanto por Garzón, que ha defendido la que se supone que hasta ahora era, al menos teóricamente, la línea a seguir, sino por el PSOE, que, más allá de dejar vendido al ministro, se ha mostrado timorato y contradictorio. Cuando Sánchez declaró este pasado verano que “un chuletón al punto es imbatible”, para intentar distanciarse de una polémica idéntica, dejó en ridículo a uno de sus ministros, pero no hizo más que aceptar el marco populista impuesto por la derecha.

En tercer lugar un medio extranjero, de un país como Reino Unido importador de productos agropecuarios españoles, no parece el lugar más apropiado para conceder una entrevista donde hablar de este tema. Si el sector ganadero en España tiene problemas de sostenibilidad, el Gobierno debería tener un plan de transformación verde, como así se nos vende constantemente desde Moncloa y desde la propia UE. ¿Hay alguna acción concreta para utilizar los fondos Next Generation en este sentido? Si no es así, podemos entender que Garzón utiliza estas entrevistas para presionar en esta línea, en un papel no muy diferente del que tendría una celebridad del activismo ecologista, pero muy alejado de la que se supone la labor de un ministro: la legislación.

Lo que nos llevaría al cuarto lugar, una de las conclusiones de este artículo. Si el neoliberalismo ha conseguido estrechar tanto los límites de la política que impide que esta cambie los conflictos estructurales de la economía, el problema no es de Garzón, ni de la izquierda, sino de la propia democracia que no se ve capaz de cumplir el mandato de la soberanía popular. Y cuando hablamos de impedir, hablamos por lo general de una cuestión de simple voluntad. Si se están primando las macrogranjas es, fundamentalmente, por el simple hecho de que son mucho más rentables y encajan en el modelo de economía extractivista y especuladora de los fondos de inversión. Convendría también, por otro lado, explicar que un sector productivo que en más de un 80% está inclinado hacia el intensivismo, no se puede cambiar de la noche a la mañana. Y ahí, siendo realistas, quien tenga un enfrentamiento directo es muy probable que salga perdiendo.

Garzón ha sido un político del que creo que siempre se ha podido destacar su intención pedagógica, algo que a menudo le hace caer en la misma trampa: tener razón no es equivalente a que tus razones se comprendan y se lleven a cabo. Que tras esta polémica se hable de macrogranjas en España no es consecuencia directa de sus deseos, sino de la campaña de manipulación. Una que empieza a resultar cada vez más preocupante: los métodos de la ultraderecha son contagiosos y tiznan todo el debate social. Ya no se trata de tener mejores propuestas que las de tu adversario, sino de la capacidad que tienes para tergiversar las mismas.

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