La Ruta de Martí no deja de sorprender, mi padre tampoco
Por Javier López Fernández
Peladero Arriba (19 de enero de 2019) Tal vez si fuera especialista en materias históricas afirmaría que ha llegado el momento exacto para concretar un proyecto de recuperación de la memoria histórica (desde la oralidad) referente a la Ruta de Martí desde Playitas de Cajobabos hasta Dos Ríos. Aún vive la tercera generación en este trayecto.
Personas de más de 80 años conservan las vivencias trasmitidas por los abuelos o padres. Ellos pueden hablar de hechos significativos que sucedieron en una zona, en aquel entonces (1895) de escasa población pero de fuerte arraigo a sus tierras y cultura. De esta forma se conservan “tesoros verbales” adquiridos mediante las conversaciones familiares. En algunos casos se guardan viejas fotografías de los inmuebles, en otros se conservan objetos con los que Martí y Gómez a su paso con el “ejército” libertador interactuaron o se identifican y señalan lugares donde estuvieron para beber o comer, también recuerdan actos y ceremonias ocurridas en las décadas del 20 al 50 del pasado siglo.
En reciente visita al lugar donde nací y crecí — Peladero Arriba, enclave cercano a la Sierra Canasta, ubicado en el actual municipio Songo La Maya — tuve una de las obligada conversaciones que en los últimos años ocupa mis intereses, esta vez con mi padre: Emilio López Mártir (Tito).
Mi viejo conserva vivencias contadas por su abuela materna y al referirme a uno de los hechos ocurrido el primero de mayo del 95’, redactados por Martí en su diario durante el tránsito por estas tierras tuve una gran sorpresa: Massabo fue juzgado por un tribunal de guerra, no sin antes haber sido demostrada su impunidad. “Violó y robó”, por ello fue justamente condenado y fusilado. Sucede que de tal hecho afirmaba mi tatarabuela que “fue un cruel bandido que asoló estos parajes, no solo robando y expoliando a los humildes y desvalidos campesinos, también violaba a las mujeres a diestras y siniestras”. Decía además que este sujeto “había sido un combatiente de gran arrojo que torció el camino de la independencia y la justicia debido a las circunstancias impuestas por las penurias entre una guerra y la otra”. En efecto, se mantuvo campeando en la zona de Jarahueca, Jurisdicción, Palmarejo, Olimpo y Kentucky (hoy Quintoque) esquivo de la poca justicia que administraba el poder español.
Cuenta además que cabalgaba un inteligente caballo nombrado “Baldama” al que le ponía las herraduras al revés para que no pudieran seguirlo, “el caballo era tan inteligente como el propio Massabo”. Compartía fechorías con otro bandido legendario llamado “El Colorao”, ambos crearon no solo un estado de terror entre los campesinos, también conformaron una historia de misticismos que Máximo Gómez supo, con la crudeza que lo caracterizaba ante las indisciplinas, cortar de cuajo.
El bandido, otrora respetado mambí, evidentemente enlodaba los intereses de la revolución y había que frenarlos, al decir del Generalísimo “Este hombre no es nuestro compañero: es un vil gusano”, así ocurrió con otros traidores que aparecieron durante la tregua fecunda. A pesar de haber sido condenado y fusilado Massabo supo morir con valor, de frente a las armas sin mostrar indicios de miedo, acto que documentó Martí con todo el dramatismo que imponía el momento.
Supe también que llegando a “Quintoque”, apenas a 150 metros de la finca “del americano” y bajando por un barranco de unos 5 metros de altura, la pequeña comitiva derivó el trayecto unos metros a la derecha para beber en un manantial del que aún fluye agua cristalina. Dicha fuente está ubicada exactamente en el posicionamiento 20.1487931,-75.4951571. Allí se unen 2 arroyuelos, uno que viene del oeste y el otro del sur para continuar hacia el Río Grande a unos 5km de distancia. Aún existe la ceiba legendaria que eleva su copa a más de 10 metros de altura. Tal vez a su sombra se sentó a descansar la pequeña tropa antes de continuar avanzando. !Estuve allí! Mi ágil padre a sus 81 años me condujo hasta aquel paraje del que jamás había escuchado, distante de nuestra casa natal a unos 2km caminando por un terreno abrupto. Después de la conversación inicial ninguno de los dos quisimos dejar de estar en el intrincado lugar donde hoy los campesinos en épocas de sequías llevan a beber al ganado.
No voy a negar que me caí al pasar el arrollo, es un sitio húmedo, repleto de fango y rodeado de farallones que conforman los cañadones. Imaginé cómo estaría de intransitable en el mes de mayo de 1895. Hice varias imágenes y ubiqué mediante GPS la posición. No creo que este lugar aparezca localizado y documentado en las páginas de la historia conocida, tampoco hasta allí han llegado las esporádicas expediciones que, alguna que otra vez, hacen paso — siempre viniendo a la inversa por la ruta — hasta el monumento construido en 1947 para señalar el campamento de Kentucky.
Me atrevo a decir que la memoria histórica de los pueblos se fundamenta, más que en las ideas provenientes de las interpretaciones de los historiadores — sin desconocer el valor proveniente de documentos y otras fuentes — en la conservación de las vivencias de sujetos que palparon directamente los hechos e hicieron como propias estas anécdotas. De ellas, despejando el misticismo propio que el cubano le imprime a las cosas, se obtienen valores que enriquecen la historia local y universal.
Sigo pensando que la Ruta de Martí debe reeditarse con fines científicos minuciosamente ordenados, muchos testimonios se encuentran dispersos en la basta región por donde marcharon los expedicionarios con su tropa. La historia está por completar con los valores que encierran la naturaleza y las personas que aún se encuentran en estas serranías.
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