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11 min readMay 23, 2021
Red Social Integrada Martianos

Martianos: Acciones contra el Bloqueo. El debate está servido (II).
Por Orestes Martí
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Publicado con anterioridad:

Martianos: Acciones contra el Bloqueo. El debate está servido.

La Guerra cultural contra Cuba, independiente y soberana, no sólo no es nueva; en nuestra opinión actualmente expresa la continuación de la corriente anexionista que obviamente no desapareció con la “Independencia” del país y el surgimiento de la etapa burguesa de la República, (puesto que República como tal hubo desde que se promulgó la primera constitución de la República en armas).

Diversa y abundante ha sido la estrategia anexionista a lo largo de la historia del país, habiéndose manifestado de muy diversas formas. Después del triunfo revolucionario de la última etapa insurreccional, así como los cambios producidos en el escenario mundial, esa estrategia -y las correspondientes tácticas puestas en práctica- han ido variando, aunque sin poder ocultar su hilo conductor, ni que muchos de los actores involucrados ni siquiera saben o son conscientes de que forman parte de ellas.

En el capítulo II “EL DIFERENDO Cuba — EE.UU.” el autor del libro “Guantánamo, Las claves están en el pasado”, escribió:El diferendo entre Cuba y los Estados Unidos no son, como se quiere hacer creer a la opinión pública, un conflicto entre el “régimen comunista de Castro” y los democráticos Estados Unidos de América. En realidad, los intentos del poderoso vecino del norte por apoderarse del archipiélago cubano tienen una historia de dos siglos y son la expresión concreta de sus concepciones imperiales de que Cuba les pertenece de hecho y de derecho y que, por tanto, tarde o temprano deberá ser anexada a los Estados Unidos.
“Tales intentos han tenido múltiples formas, entre ellas: las políticas, como la teoría de la Fruta Madura, esgrimida por
John Quincy Adams en 1823, la Doctrina de James Monroe en 1826; el Destino Manifiesto en 1845, la Doctrina Evarst en 1878, la Diplomacia del Dólar y la del Buen Vecino de Roosevelt; o los intentos de compra directa a la antigua Metrópoli española: Polk en 1848, Pierce en 1853, Buchanan en 1857 y Ulises Grant, en 1869”.

En el año 2016, Yelina Gómez Martínez en su artículo “La guerra cultural contra Cuba, entre otras cosas se preguntaba “Desde la USAID, ZunZuneo, World Learning, ¿qué sigue después?

El 12 de Febrero de este mismo año 2021, el sitio “Misión verdad” publicaba el interesante trabajo “Nuevos capítulos de la permanente Guerra Cultural contra Cuba”, en el que apuntaba a dos hechos significativos:Más del 70% de la población cubana ha nacido bajo el bloqueo de Estados Unidos, único de su tipo en el mundo por su duración, pero también por la capacidad del pueblo para resistir y sortear una agresión continua. Ello ha moldeado el ser y hacer de la sociedad cubana” y “Desde el Norte Global se ha tomado nota de lo ocurrido sobre las costumbres, cotidianidad, modos de vida, conductas, percepciones, creaciones y otros elementos de su cultura, también la interacción de ellos con los nuevos elementos comunicacionales centrados en Internet y redes sociales”…..

Cientos de accesos y muchas solicitudes de amables lectores, de continuar abordando este sensible tema, hace que volvamos a hacerlo, desde la óptica ya expresada anteriormente -en el número anterior- por la Red Social Integrada Martianos.

Por lo tanto, continuemos -con el mayor respeto a los posicionamientos, visiones y criterios de los que desean lo mejor para Cuba-, abordando el tema.

Publicado por Julio V Ruiz

BAJO ASEDIO EL ALMA DE LA PATRIA
Salvador Capote

En su “directa” del 19 de mayo, El Protestón y su asociado Felipe retransmitieron un programa radial de Orlando González Esteva, basado en los libros de Carlos Ripoll titulados “José Martí, los Estados Unidos y la interpretación marxista de la historia de Cuba” (New York, 1984) y “La Vida Íntima y Secreta de José Martí” (New York, 1995). En el primero se intenta demostrar que el pensamiento de Martí ha sido manipulado para ajustarlo a la ideología imperante en Cuba, mientras que el segundo ofrece capítulos tan sugestivos como “Martí y los estimulantes: El café. La cocaína. La mariguana”, “El culto al dolor y a la muerte en José Martí”, “Martí y el sexo”, “Martí, la esposa y la amante”, etc.. González Esteva es un intelectual que cobró renombre principalmente por sus transmisiones por Radio Mambí acompañando al periodista Agustín Tamargo, el mismo que pedía “tres días para matar” o sea, licencia para asesinar a todo el que oliera a comunista después de lograr el derrocamiento del gobierno revolucionario. En el programa se achacan a Martí todas las enfermedades habidas y por haber, incluyendo un tumor del testículo y su consiguiente extirpación. No tendrían sentido el regodeo con enfermedades reales o inventadas de nuestro Héroe Nacional, las referencias al “capitán araña” y a las discrepancias con Antonio Maceo que se expresaron, si no fuera porque están en conexión con la muy reciente participación de Carlos Alberto Montaner en un foro de Miami, en el cual solicitó la intervención militar en Cuba. ¿Cuál es la relación? -¡Veamos!.

En 1998 se publicó en Madrid un libro con el título “Nacionalismo y Revolución en Cuba”. El nombre del autor es un pseudónimo, Julián B. Sorel, personaje de ficción de la novela “El Rojo y el Negro” de Sthendal, pero tiene un prólogo firmado por Carlos Alberto Montaner. Con este libro se inicia una serie de publicaciones, principalmente en Madrid y en Miami, con Montaner como eminencia gris, en la que los ataques no sólo se dirigen contra la obra revolucionaria y contra sus líderes, sino que van mucho más lejos e intentan minar las bases mismas de nuestra nacionalidad, desvirtuando los hechos históricos de nuestras gestas independentistas y procurando descalificar a nuestros héroes y mártires, incluyendo a José Martí, Ignacio Agramonte y Carlos Manuel de Céspedes. Se trataba de un cambio cualitativo en la escalada de guerra cultural contra Cuba con epicentro en la mal llamada “Fundación Liberal José Martí”, dirigida en Madrid por Montaner. No eran ya los ataques habituales contra el gobierno revolucionario sino ataques directos y a fondo a nuestra identidad con el propósito de destruir los cimientos de la nación cubana, los que sirven de raíz a los principios fundacionales de la Revolución. En dos conferencias que ofrecí en la Alianza Martiana y en un ensayo titulado “Cuba, bajo asedio el alma de la Patria”, escrito en aquella época e incluido en mi libro “Por Cuba, desde Miami” (2017), con una pormenorizada documentación, denuncié con nombres y apellidos a los autores de esta canallada. El último libelo de la serie, con el título “El Poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios”, fue publicado en 2007, también bajo el pseudónimo de Julián B. Sorel (léase Carlos Alberto Montaner). Esta ofensiva diabólica contra el alma de la Patria terminó sin pena ni gloria porque la situación de Cuba no era la de Checoslovaquia, porque tuvimos con nosotros a Fidel y a Raúl, porque nuestro pueblo conoce bien a sus enemigos, y porque sus autores habían caído tan bajo que sólo podía encontrar eco en los que habían perdido hasta el último vestigio de su sentido patrio y cometieron el error además, de que envolvieron con frecuencia su veneno escribiendo como intelectuales para intelectuales, con alardes arrogantes de erudición que terminaron en fracasos editoriales. Pero, ¡cuidado!, la ofensiva cultural contra la nación cubana puede regresar con otro lenguaje más popular y atractivo.

Como el tema es muy extenso, me limitaré en esta ocasión a señalar algunos ejemplos de como, en aquella ofensiva de la guerra cultural, se intentó descalificar a Martí, autor intelectual del Moncada, para minar así desde sus cimientos a la Revolución Cubana.

En el libro citado de Sorel (1998) el autor (Montaner probablemente) cita con sarcasmo la carta de José Martí a su amigo mexicano Manuel Mercado como ejemplo del “mito” del destino grandioso, de la “excelsa predestinación del país”, de “pueblo elegido” llamado “a desempeñar un papel glorioso a escala planetaria”. Con respecto a la Guerra de Independencia, afirma que “la revolución no fue la guerra ‘pensada y magnánima’, ‘culta y necesaria’, ‘sana y vigorosa’, ‘entera y humanitaria’ que auguraba el Manifiesto de Montecristi –y que Martí exaltaba como forja de virtudes cívicas- sino el desencadenamiento de los peores instintos de las masas hasta poco antes esclavas”. Para Sorel/Montané, el “anti-yanquismo cubano” habría nacido reforzado por la prédica de José Martí contra la expansión del coloso del norte y “pasó a ser componente indispensable del mito de la revolución inconclusa

En “Adiós al héroe José Martí y el posnacionalismo” (2013). Ángel Velázquez Callejas confiesa la intención de “mostrar hasta que punto la labor literaria, política y social de Martí estaba condenada al fracaso”. Para Velázquez, Martí fue poco más que un poeta iluso fascinado “ante determinados aspectos florecientes del liberalismo y el individualismo en las sociedades de fines del siglo XIX”. En “Vida y forma en José Martí” (2015), Velázquez involucra irreverentemente a José Martí como supuesto precursor de un posnacionalismo que no podría ser otra cosa en el mundo actual que una propuesta ideológica del imperio con la cual obtendría el desarme espiritual de la Revolución Cubana. En otras palabras, al hombre sin el cual los altos valores éticos de la nación cubana no hubieran sido alcanzados, se le convierte en abanderado de un engendro de posmodernismo donde los conceptos de patria, nación, Cuba, se desdibujan y desaparecen. El objetivo es, como en todos los demás intentos de difuminar las esencias martianas, convertir al guerrero rebelde en un ente abstracto y, por tanto, inofensivo.

En “Cuba, el problema y su solución” (coautores, 2014), en el primer ensayo, titulado “De España a Cuba”, Enrique Collazo argumenta que Félix Varela, José Martí, e ideólogos contemporáneos como Cintio Vitier, “priorizaron siempre la racionalidad ética emancipatoria sobre la racionalidad instrumental del capitalismo y sus instituciones y valores. Y no sólo la desdeñaron, sino que la estigmatizaron y la desacreditaron para hacerla parecer perversa e inmoral ante la conciencia del pueblo cubano, desviándola por el camino de la mitología de los héroes guerreros, las batallas heroicas e incluso la inmolación ante el altar de la patria. Nunca será suficiente -añade- todo lo que se critique esa postura ideológica, pues nos ha hecho, y aún nos hace, un daño profundo y duradero”. Tenemos aquí el fundamento ideológico del actual patético intento de infamar la consigna de “Patria o Muerte”.

En el mismo año (1998) de la publicación en Madrid por la Fundación Liberal del libro de Sorel, tuvo lugar en Miami (¿casualidad?) un ciclo de conferencias titulado “La Nación Cubana Esencia y Existencia”, organizado por su homólogo el Instituto Jacques Maritain. Las charlas y conferencias, así como algunas intervenciones de los panelistas fueron recopiladas en un libro publicado al siguiente año (1999). En una de las conferencias, Luis A. Gómez Domínguez, autor de “Cuba, la nación que agoniza” (1991), afirma que desde que España se resistió a la independencia de la Isla, los cubanos “llevamos a cuestas el mito de la revolución como mejor solución a nuestros problemas políticos, económicos y sociales”. Obsérvese que esta tesis de considerar a la revolución comenzada en Yara como un mito, negando de un plumazo más de un siglo de luchas heroicas de nuestro pueblo, se desarrolla simultáneamente en Madrid y en Miami, y este eje M-M apátrida continuaría sin descanso en su labor de minar la conciencia colectiva de nuestra historia y también al resto de los ingredientes esenciales de nuestra nación.

José Martí fue el pilar fundamental en el proceso de fundación de la nación cubana. Por eso, los enemigos de Cuba y los que, nacidos en ella perdieron, por frustración, por intereses mezquinos o por arrogancia de intelectuales refinados, la fe en los destinos patrios, han tratado siempre de invalidar la figura del Apóstol en su calidad de paradigma de la cubanía y guía moral de los cubanos. No sorprende, por tanto, que como parte importante de los ataques a nuestra identidad, se intente la descalificación de José Martí como héroe revolucionario, como fundador de la nación cubana y, sobre todo, como inspiración de la Generación del Centenario y, por el legado de sus ideas, autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada.

En “José Martí: la invención de Cuba” (2000), Rafael Rojas, ya desde el prólogo nos invita a olvidar a Martí: “Olvidar a Martí es una tentación difícil de resistir. Olvidarlo es, para los cubanos –nos dice- una vía de liberación o, por lo menos, un aligeramiento”. Rojas interpreta a su modo todo lo que llama su atención en la historia de Cuba y su relación con Martí. Nos dice, por ejemplo, que la generación de Varela, Saco, Del Monte y Luz convirtieron el patriotismo ético en “un vínculo elitista o norma de sociabilidad exclusiva para los patriotas blancos” y que José Martíhijo de españoles, con sus recurrentes elogios de Heredia y Mendive, de Varela y Luz, de Céspedes y Agramonte, intentó presentarse como un heredero de los patricios blancos.” Con el habitual escepticismo de los apátridas, Rojas sentencia: “Un breve recorrido por la historia de Cuba convencería a cualquiera de que ese pueblo martiano no ha existido, no existe y, probablemente, jamás existirá.” Según Rojas, la “identificación con la democracia política [de José Martí] a ratos se ve empañada por retóricas aristocratizantes o populistas”, y le adjudica “resabios de una mentalidad tremendamente autoritaria y patriarcal”. Para colmo, Rojas acusa a Martí de no poseer experiencia de gobierno: “Las razones de esta infancia, de esta puerilidad política [de Martí] no sólo se encuentran en su rechazo al maquiavelismo, es decir, a admitir una formalización de la política al margen de la moral [,,.] sino en el hecho incontrovertible, de que su experiencia del poder fue sumamente precaria. Martí no conoció la política en tanto ‘arte regio’ o ‘sabiduría principesca’; la debilidad de su razón de estado proviene de su desconocimiento del poder.

Creo que quien mejor ha caracterizado a este conciliábulo de intelectuales apátridas es el compañero Enrique Ubieta Gómez en su libro “Cuba: ¿revolución o reforma?” (2012) en un párrafo que cito in extenso (p.33): “Si algún sello común pudiera hallarse en ese grupo de intelectuales nacidos, crecidos y graduados en universidades de la Cuba ‘castrista’, que emigró en los años noventa, durante la crisis económica y de referentes que ocasionó el repentino derrumbe del campo socialista y que actúa en el espectro de la contrarrevolución miamense, española o mexicana, de la que Miami es capital simbólica, es su desprecio por las masas, su afán aristocrático, que a veces se evidencia en su elitismo intelectual. Es un grupo que dejó de creer en la Revolución y al abandonar sus primeras certezas dejó de creer… en todo. No es un dato baladí o caprichoso, lo que nos divide no es nuestra opinión sobre el pasado –en lo que también diferimos, naturalmente-; es nuestra opinión sobre el futuro.

Meditemos en lo que serían los destinos de nuestra nación si los intelectuales renegados lograsen alguna vez el imposible de regresar como dueños a nuestra tierra. Sin la continuidad espiritual con las generaciones heroicas que nos precedieron sería imposible edificar la sociedad socialista que pretendemos. El éxito y la singularidad de la Revolución Cubana estriban precisamente en su consecuencia con la tradición revolucionaria que, desde Varela hasta nuestros días, al poner siempre en el centro el sentido de la justicia y de la dignidad humana, enriqueció espiritualmente a nuestro pueblo y lo dotó de la integridad y la fuerza necesarias para obtener sus victorias. ¡Qué revolución podría haber si lograsen robarnos el alma de la Patria!.

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