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11 min readOct 15, 2022

Martianos. Hablamos de Historia de Canarias y de América. Ponencia (I)
Por Orestes Martí y Fernando Alemán

De la ponencia de la Maestra en Ciencias Elsa Vega Jiménez, Vicepresidenta de la Red Social Integrada Martianos y Coordinadora General de la RST Martianos de Canarias, su trabajo sobre Leonor Pérez Cabrera

“LEONOR PÉREZ CABRERA (Tenerife, 1828- Habana, 1907).
“Antonio Pérez Monzón, su padre, era de la Vega de San Mateo, Gran Canaria. La familia se traslada a Tenerife y allí Antonio conoce a Rita Cabrera Carrillo, cuyos orígenes están en La Palma. Unen sus vidas y a la pareja le nace una niña a la que nombran Leonor.
“Ambas provincias pueden sentir el orgullo de haber dado al mundo no solo a la madre de José Martí, un gran hombre, un hombre universal, también por los valores propios que la adornan.
“La sociedad, (permeada de tradiciones machistas heredadas de casi ocho siglos de dominación árabe, de la religión oficial católica, no menos excluyente del sexo femenino, la desidia de los gobernantes que dan poco valor a la necesidad de instruirse) consideraba, como creencia generalizada, que las mujeres no necesitaban acceder a las luces de la instrucción. En cuanto a la educación habían de ajustarse a los valores dados por el catolicismo: castidad, pureza, sumisión, dependencia, obligaciones para con la pareja y los hijos, realización de los trabajos domésticos para conservar el hogar.
“Desde pequeña Leonor exhibe un carácter fuerte y poder decisorio, se adelanta a su época. Es una niña y desafía las costumbres, la tradición y hace un arduo trabajo para convencer a Don Antonio de que ella debía instruirse, el padre militar, que en principio y por tradición y convicción, estaba en desacuerdo con que la hija se instruyera, al fin cede.
“Demostró inteligencia, rebeldía, tesón. Y, sin asistir a la escuela, aprendió todo lo que pudo: a leer, a escribir, a realizar operaciones aritméticas, además de labores “propias de su sexo”: atender el hogar, bordar, coser. Muy lejos estaba ella de saber lo útil que todos esos conocimientos le serían en otro continente.
“Al padre le conceden la solicitud de trasladarse a Cuba. La familia se instala en La Habana en 1843, Leonor no ha cumplido los quince años. El abuelo tiene suerte en el juego y, por bondades del azar, recibe una suma de dinero que les permite pasar a ser propietarios de una cómoda y espaciosa vivienda sita en la calle Neptuno, en la capital del país. Se ha podido constatar que la familia cambió de vivienda, en varias ocasiones.

“Leonor comienza a frecuentar con sus primas los salones donde se reúne la juventud para socializarse y relacionarse con personas de edades similares de ambos sexos. En una de esas actividades conoce al militar valenciano Mariano Martí Navarro, éste le sobrepasa en trece años, se enamoran, formalizan la relación y contraen matrimonio en febrero de 1851. Para esta fecha residían en la calle Colón.

Museo Casa Natal

“Al año y unos meses después les nace el primogénito, un varón al que ponen por nombre José Julián. La pareja reside en la calle Paula, lugar donde ahora se encuentra el Museo casa Natal (de José Julián). Con el decurso de los años totalizan ocho hijos por el nacimiento de siete niñas: Leonor, Mariana Matilde, María del Carmen, María del Pilar, Rita Amelia, Antonia Bruna y Dolores Eustaquia.
“Leonor, en su condición de madre de familia numerosa donde prima el sexo femenino, junto al esposo que lleva con rectitud las tareas propias de la vida militar, supieron sembrar valores éticos en el núcleo familiar. En muchas ocasiones se enfrentaron a necesidades materiales, pero les sobraba dignidad.
“El matrimonio viaja a Europa de 1857 a 1859. Una breve estadía en Tenerife, y luego, a Valencia, donde les nace una niña a quien apodan “la valenciana”. De regreso a La Habana se enfrascan en la rutina. El esposo, en posesión de sólidos principios morales, que no comulga con injusticias, con frecuencia está
desempleado. Ella aporta al sostén familiar que va en aumento el producto de sus labores: cose para una clientela satisfecha con la calidad de su corte y costura. Las niñas de la prole ayudan en la tarea. Leonor no es mujer que se sienta a lamentarse de escasez, ni de las que piensa que solo el hombre debe mantener la economía del hogar. No es una “parásita mantenida”. Colabora para sacar adelante la familia de acuerdo con sus posibilidades y las oportunidades que le ofrece la sociedad.

Tal como predijera el padre valenciano, el hijo criollo, muy joven, despunta con ideas políticas libertarias, independentistas. El imberbe José Julián participa en actividades contrarias al régimen esclavista. Se señala ante las autoridades gubernamentales. Es significativo que en ninguna de las diecinueve cartas que se conservan de Leonor a Pepe, la madre le recrimine que luche contra España, su país de origen, la preocupación, como una constante, es porque el hijo está exponiendo cada día su joven vida de persona enfermiza. En medio de una situación de violento enfrentamiento entre nacidos en Cuba, amantes de la independencia y el cuerpo del ejército, Leonor no duda en exponer su integridad física al salir a la calle, va a buscar a su primogénito porque lo sabe arriesgado, en peligro. En 1891 Martí deja magistralmente sintetizada la anécdota en el poema XXVII, de los Versos sencillos cuando relata los sangrientos resultados y cómo su madre se apareció en el teatro de operaciones para rescatarlo. He aquí la estrofa final.
Y después que nos besamos
Como dos locos, me dijo:
“¡Vamos pronto, vamos hijo:
La niña está sola: vamos!”[1]

“Leonor dio muestras de comprensión, amor maternal, valentía. Fue capaz de arriesgar la vida por salvar la de su revoltoso hijo cubano adolescente. Cuando el primogénito se encontraba pasando duras pruebas, estuvo siempre la madre para ofrecerle consejos o, como madraza, señalarle los puntos donde, según su criterio, entiende ha fallado. Ante aquel diplomático, abogado brillante, escritor, reconocido internacionalmente por sus saberes enciclopédicos, la madre jamás se calló sus recriminaciones.
“Recordemos que en la niñez dio muestras de poseer perspectiva de futuro al desafiar a quienes negaban a la mujer la necesidad del acceso a las letras. Intuía la importancia de estar en posesión de saberes, y más tarde, en Cuba, tuvo ocasión de servirse de ellos en momentos cruciales.
Los conocimientos adquiridos le fueron muy útiles para enfrentar duras tareas, incluso enviar carta al Gobernador Superior Civil y al Gobernador General de la Isla en 1870 intercediendo por su adolescente hijo preso por infidencia, acusación política grave en su expediente de convicto en la cárcel Nacional (presidio de La Habana). Su petición fue atendida, y la pena conmutada. Así escribió:
“Excelentísimo señor:
“Aquí tenéis a las hermanitas y triste madre del desgraciado José Martí, joven que acaba de cumplir 17 años, y ha sido sentenciado a seis años de presidio por tres palabras escritas cuando apenas contaba 15 años… Por esta causa veo a mi hijo hoy con los peores criminales arrastrando un grillete, y no teniendo
en el mundo más amparo que este único hijo, para que [con] su trabajo ayude a sostener a seis hermanas menores que él, y su padre un anciano y enfermo, y no pudiendo resistir tamaña desgracia y confiando en el clemente corazón de V.E., es por lo que me atrevo a suplicar a V.E. se sirva indultar a mi desgraciado hijo de pena tan dura y con cualquiera otra que V.E. tenga a bien imponerle para que no le prive de
trabajar para aliviar nuestra desgraciada suerte [2]…
“Ella, en posesión de una instrucción elemental, en cartas al hijo políglota, escritor, discrepaba del camino escogido, le daba consejos, le explicaba, una y otra vez, los riesgos que corría, o le reñía.
“Véase otro texto donde Leonor hace uso de los conocimientos adquiridos. Se aprecian claridad de ideas, uso correcto de la construcción de las oraciones, sinceridad en las expresiones con las que fustiga a Pepe, le abre su corazón por los pesares, sufrimientos y vergüenzas que le ocasiona, situación que hace extensiva a su nuera, que también le falló, porque le prometió escribirle y no lo ha hecho. Incluso le reclama con fuerza al hijo, y hasta con un poco de resentimientos o celos, el que se dedique por entero a su esposa e hijo y no le escriba a ella, que es la madre.
Habana, 15 de octubre [1880]
“Pepe: hace días que quiero decirte algo de lo mucho que en mi alma rebosa y me ahoga; pero con la esperanza cada día de recibir carta tuya, lo dejo para el siguiente. Vana esperanza, vapores llegan a esta todos los días, y para mí no traen nada. No me quejaré ya más, estas cosas no se imponen, sólo te envío
adjunto la fecha de tu última carta.(2) Examina tu conciencia y dime si esto es justo, o es que ya tu familia se encierra en tu mujer y tu hijo, si a nadie tienes que guardar consideración.
“Mucho he llorado estos meses, pues creía que algo malo te sucedía, pero he oído que personas que han llegado a esa dicen que te han visto que están Udes. buenos, y sanos, puedes comprender lo agradable que será para mí tener que indagar de extraños, si viven o mueren, pues ni tu Padre político(3) ha tenido necesidad de vernos en su paso por esta, sólo sé que Udes. lo despidieron en el muelle por lo que veo que estabas en todas tus facultades de razón, y no se te ocurría ni un mero recuerdo.
“Esto hijo me hace tanto daño, que no habrá palabra ya que pueda curarme; ni cómo creer en ellas ya, si el desencanto es horrible, no necesitas saber de nosotros supuesto que a tres días de distancia no tienes lugar de escribirnos, y tengo que contestar a los que me pregunten si he recibido carta de mi hijo, no, esto no significa confesar que este hijo es un ingrato, me avergüenza confesarlo, y te disculpo, pero mi corazón se despedaza.

No sé si recibirás esta pues me han dicho que te has mudado otros lo saben y yo no.
Carmen también se porta mal conmigo, ella me prometió escribirme a menudo y no lo ha hecho desde julio, ella es ya madre y no comprende los sufrimientos de otra madre que ya está cansada de sufrir, y que tal parece que el mío a quien ha dado el ser, es el encargado de acibarar toda su vida acabando de nublar sus ojos para siempre, pues no pueden estar nunca secos. Dios te perdone hijo todo el mal que me haces, y por ti le pido a todas horas, y porque te conserve tu hermoso hijo, y no te castigue en él lo que con tu abandono haces sufrir a tu Madre [3]
Son muchos los documentos de todo tipo en que se aprecia la ascendencia de Leonor sobre su hijo y el gran amor que él profesaba a su madre, pero las razones esgrimidas por ella no tuvieron la fuerza suficiente para convencerle de anteponer problemas personales al objetivo magno de luchar por ver a su patria libre del yugo foráneo. Los sentimientos de la madre no lograron hacerle desistir de su empeño. Así se lo confiesa a su amigo Manuel Mercado, con quien siempre se sincera en temas muy personales. Le comenta que lo mejor que él tiene, que es su salvaje independencia, es lo que su madre, a quien ama, juzga por más malo, aunque no lo hace torcer el camino.
“Leonor, como madre, en la senectud, continúa preocupada por su retoño. Esta vez, a once años de fallecido, piensa en que las condiciones en que se encuentran los restos de su hijo allí donde descansan en el oriente del país hay que mejorarlas; el contenido de la siguiente carta nos ayuda a continuar formándonos una imagen más completa de esta canaria, de esta valiente mujer que vivió una vida de sacrificios y sufrimientos, pero no apagó jamás su entereza, su dulzura, y sus sentimientos maternales.

Febrero 1–19O6
“Sr. Ramón L. Miranda.
“Sr: De mucho consuelo me ha venido el recibir su atenta carta, que me demuestra que todavía hay almas buenas que conserven la verdadera amistad, en medio de tantos que olvidan pronto. Yo sabía algo de su noble proyecto por los periódicos, y me alegra saber que ya va en vías de hecho; mucho tengo yo que
agradecer, a su hijo político y a su buena compañera, por los sacrificios que han hecho, para que no se pierdan todos los trabajos de mi inolvidable hijo, y ahora tendré otro motivo más de agradecimiento hacia Vds. Yo también tengo una idea fija, y es, la de que, no quisiera morir antes de que sepa que los restos de mi Pepe, descansen, en el cementerio de esta ciudad, pues me dicen que el de Santiago es muy húmedo, y está en muy malas condiciones, pero a pesar de que pronto hará once años que están allí, todavía no ha surgido una voz que se ocupe de esto, y como a mí me es imposible hacerlo creo que será el deber de los buenos cubanos, pero en las circunstancias presentes, no me atrevo a indicárselo a nadie,

pues aunque puedo dirigirme al mismo Presidente, sé que él solo no podrá hacer nada, y espero una oportunidad para tratar de esto, que no sé si me alcanzará la vida, pues a más de casi enteramente ciega, me encuentro con los achaques de mis setenta y seis años. Dispénseme Vd. estas digresiones dimanadas del buen afecto que profesa Vd. a esta su atenta y S. s. que le desea mucha salud.
“Leonor Pérez, vda. de Martí. [4]
“Esta mujer canaria, nacida a inicios del siglo XIX, demostró su valía cuando se atrevió, no solo a acceder al conocimiento de las letras, lo que le abría los dados cerebrales de la comprensión y del conocimiento de problemas sociales, sino al hacer uso de sus saberes al dirigirse a la máxima autoridad del país para interceder por el cambio de condena para su hijo, y lograr convencer con sus argumentos al Gobernador Capitán General, que le conmuta los inhumanos años de condena a trabajos forzados en la cárcel de La Habana, por el destierro.
“También este ruego suyo, en amistosa carta al último médico que atendió las dolencias físicas de su hijo, fue escuchado, y los restos de José Martí, el más integral y universal de los cubanos de todas las épocas, descansan en una hermosa y simbólica tumba en el Cementerio de Santa Ifigenia, en la provincia de Santiago de Cuba.

Mausoleo a Jose´Martí. Cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba

“Leonor sufrió el inmenso dolor de enterrar a casi todas sus hijas, a algunas muy jóvenes, en 1887 a su esposo y en 1895 a su único vástago varón.
“La muerte llegó a buscarla cuando vivía en la que había sido su nido de recién casada, en La Habana, en la pobreza. La acompañaba su hija Amelia. Hoy ese inmueble es el Museo Casa Natal de José Martí, en la calle Leonor Pérez 314, entre Ejido y Picota, en La Habana Vieja. En él se atesoran documentos y objetos
valiosos del hijo cubano, criollo, independentista cuyos progenitores eran españoles.
“Tiene el mérito de, en una sociedad canaria patriarcal, haber defendido el derecho de la mujer a instruirse.

Y aquí están algunos ejemplos vivos de lo útil que le resultaron esos conocimientos, incluso en su calidad de emigrante.”

[1] José Martí Pérez. Versos sencillos XXVII. Freeditorial (Descargado de internet)
[2] Leonor Pérez Cabrera. Publicado por José Ramón Morales en 1/ 13/2011 en internet.
[3] Aunque no aparece fechada, los investigadores fundamentan que es de 15 de octubre de 1880. Tomado de Verbiclara, 14 de octubre de 2011.
[4] https://elcardenense.blogspot.com/2012/02/carta-poco-conocid.

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