(para mi hermano, Quino Sagaseta. PARA SIEMPRE)
No sé que escribir,
no sé sino sentir.
Es como, si el silencio de África
envolviera un mar de dolor irremediable
inagotable, inesperado y sordo.
La aventura de crecer juntos
parecía que no había acabado
y la muerte, así de pronto,
te convirtió en ceniza y recuerdo.
Tu estela repica en todo cuanto hago
se reinventó la tristeza
una presencia desconocida
fija, permanente.
La tierra se abrió y dejó ver tu labor
el paso absoluto por este mundo
de la integridad inquebrantable
que marcó tus surcos.
Ese tu amor a la vida,
sonata acabada tu nobleza
sonrisa grande tus presentes.
Esa justicia por la que vivías
la que precisaban los atropellados, los despedidos,
los apaleados y atormentados, los indocumentados,
los desesperados, aquellos que se arropaban
bajo tu alborada solidaria
confiando en tu sabio transitar por la Ley.
Los relojes sonoros que reunías
sumaban el tiempo que atesora ahora
un pueblo que te nombra como suyo
por los riscos, en las calles, en los barrios
en las guaguas, en las redes tecnológicas,
en los periódicos, en las radios, en los teléfonos…
Digo Quino y es como si estallaran esperanzas,
te veo correteando en el hotel Cairasco
de los aperitivos domingueros.
Digo Quino y huele a higueras
y al gofio arenoso de Teror.
Me diste la mejor de las infancias,
los años dichosos de la inocencia
la ingenuidad y los descubrimientos.
Tu me enseñaste el foxtrot
con los discos de Renato Carosone
y a jugar al ajedrez.
Luego y pronto, seguí tus instrucciones:
llevé a escondidas octavillas
al panadero de Parrilla
y recogía propaganda antifascista
en paquetitos disimulados
tras el mostrador cómplice
de la farmacia de Don Mario.
Todo pasó ¡¡tan rápido!!
No puede ser que se perdiera en el pasado
ya y para siempre,
tu acogedora presencia.
¿Como asumir esta realidad?
Habrá que hacerlo ahora.
Es como si nunca hubiese visto la muerte
como si fuera una primera extravagancia
desconcertante y siniestra de la existencia.
Es como un bosque en el que te pierdes,
y nadie viene a auxiliarte.
Quizá tu estés con papá y mamá,
con tío Fernando, con Fidel,
con Chávez y el Che; con Sandino y Mariátegui,
con Juan Negrín, con el tío Ho Chi Minh.
Quizá estés estudiando los vericuetos
del universo con Yuri Gagarin.
¿ya encontraste donde están los libros,
la música, el café, el cine y Los tribunales?
Guardame un puesto
aquí me dejaste en primera fila,
y aún ¡quien sabe! las curvas de la vida
que me quedan por recorrer.
¿Estarás reuniendo otra vez sellos
o trajinando un juicio contra algún oligarca?
Hasta siempre Quino.
Dejame llorar con mi llanto inmóvil.
Gracias mi querido hermano
por la conciencia que me fraguaste,
por el respeto al sufrimiento humano
y por la alegría soleada
de tu alma sinfónica.
No te mueras Quino, del todo
cálmanos como si fuéramos tus clientes,
como si ayer hubiese salido tu sentencia:
te quedas con nosotros, y para siempre.
Tu hermana Quela
09.marzo.2021