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4 min readJan 24, 2024
Red Martianos // Martianos en Medium

Red Social Integrada (RSI) Martianos. 171 Aniversario (XXII)
Por Orestes Martí y Fernando Alemán

José Martí en la gracia de la poesía
Virgilio López Lemus (1)

En el marco del 171 aniversario del nacimiento del Héroe Nacional de Cuba José J Martí Pérez, la Red Social Integrada Martianos se encuentra llevando a cabo una serie de publicaciones en homenaje a tan señalada fecha.

La Maestra (MSc) y vicepresidenta de la Red Social Integrada Martianos — quién además atiende personalmente la Red Territorial en Canarias — viene publicando algunas “colaboraciones” que está recibiendo del mundo entero.

Vamos a compartir otra colaboración especial que nos llega de la amiga Vega Jiménez, quien nos lo remite con la nota siguiente: “En el modesto homenaje que la RSI Martianos y la RST Martianos Canarias vienen haciendo a José Martí por el 171 aniversario de su natalicio se han recibido muy valiosos trabajos de diferentes personalidades y de varios países.
“Hoy, con sano orgullo y gran agradecimiento, conscientes de que para rendir este homenaje a Martí ha tenido que robar tiempo a su escaso tiempo debido a las múltiples tareas impostergables que ocupan su apretada agenda, publicamos la valoración hecha por una de las figuras más integrales e íntegras de las letras en Cuba, el Dr. Virgilio López Lemus. ¡Gracias, martiano!
“La síntesis curricular de este, entre otras cualidades, poeta, crítico, traductor, catedrático es de 18 páginas”.

JOSÉ MARTÍ EN LA GRACIA DE LA POESÍA
VIRGILIO LÓPEZ LEMUS
Página para Elsa Vega, martiana.

Con una rama dorada en la mano, José Martí Pérez se asomó apenas al mundo con cuarenta y dos años de vida, pero su posteridad ha reunido su obra escrita en veintiocho tomos. Su fecundidad se debe a que fue en esencia primaria un poeta que devino héroe, mártir por la libertad de su patria, y porque ejerció el periodismo, el discurso político, la traducción literaria, la literatura para la infancia, la traducción, un nutrido epistolario, la narrativa y, por supuesto, la obra en versos, entre las más altas del idioma español y cima de la poesía cubana. Un cubano lo venera desde la infancia: «Cultivo una rosa blanca / En junio como en enero…», y ofrece esa rosa a él, al hombre más completo y alto que la nación cubana puede ofrecer al mundo.

Cuando hablamos de nuestro padre, solemos postergar posibles defectos de la personalidad y exaltar el amor, o el amor nos hace exaltar al padre como un santo nuestro, un santo de nuestra intimidad. Y aunque a Martí no se le ha llamado Padre de la Patria (lo que corresponde a Carlos Manuel de Céspedes), todo cubano lo considera así, en el rango paternal, de prócer elevadísimo, poeta amado de nuestra nacionalidad e identidad.

Dicho esto, toda «evaluación crítico expositiva» de la obra del Apóstol, trae para un cubano profesional de las letras una primera andanada de devoción. Habría que hacer (como Juan Marinello o Jorge Mañach, dos de sus estudiosos centrales del siglo xx) un esfuerzo de exégeta para apreciar la brillantez de un poeta que escribió un poema capital como «Hierro», o unos Versos sencillos en que no temió meterse hondo en la veta popular del idioma español y elevar al octosílabo en calidad y concepto. Cuando Rubén Darío se alzó a la cabeza del modernismo literario hispanoamericano (y de toda la lengua española), con su Azul de 1888, ya José Martí había publicado el Ismaelillo (1882) y andaba ideando una revista como La Edad de Oro (1889), donde la ferviente veta modernista se abría con integridad, no como un anticipo, no como un precursor.

La rama dorada, que floreció en sus manos, era su don poético, su mirada entre triste y meditativa que impulsó la interpretación certera de su tiempo, como filósofo-poeta, como ensayista-poeta, como patriota-poeta, como maestro. Martí no estuvo, al parecer, nunca frente a un aula impartiendo clases acerca de sus vastos conocimientos de arte, literatura, política, de técnicas creativas (del verso libre por ejemplo, uno de los primeros en usarlo en el idioma), porque no fue un «maestro de escuela», sino una escuela de maestros. Los cubanos no exageramos en su ponderación, y mucho menos en considerarlo apóstol de nuestra independencia, que él forjó, porque es padre y maestro de nuestra nacionalidad.

No se entenderá bien la identidad de Cuba, no se entenderá bien lo que él llamó «nuestra América», si se le ignora. ¡Cuánto político anda por el Continente sin haber desgranado la letra martiana! ¡Cuánto poeta de América no ha leído hondo el extraordinario aporte de Martí a la poesía! Su obra escrita eleva la comprensión de la vida, de la poesía en la vida, de su papel en lo que él llamó «el mejoramiento humano». Letra a letra, es un escritor inagotable, a cada rato se descubre nueva arista de su obra, en la exégesis detallada de su capital literatura. Cuba es rica en Martí y no lo atesora con celo, antes bien lo muestra como prenda de orgullo, flor de la rama dorada nuestra. Toda palabra sobre él redunda en homenaje. José Martí es el horizonte. La gracia de la Poesía tocó su frente, sus ojos, su cerebro inmenso, planetario, cósmico. La gala de su poesía nos toca a todos: Ganado tengo el pan: hágase el verso.

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