Guerra y paz: El que con mercenarios convive…..(IV)
Por Orestes Martí.
No parecía que hubiesen muchas dudas de que la Revolución Rusa de Octubre 1917 (también conocida como Gran Revolución Socialista de Octubre) había abierto una nueva era en la historia de la humanidad; que constituyó la radicalización de la Revolución Rusa de 1917, después de la Revolución de Febrero y que condujo a la abdicación del Zar Nicolás II.
Como se recordará también, la misma fue conducida por el Partido Bolchevique bajo la dirección de Vladimir I Lenin, significó la primera revolución socialista declarada del Siglo XX, en la que participaron obreros, campesinos y soldados a través de los denominados “soviets”.
Todo ocurrió al final de la Primera Guerra Mundial -como señalara Vladimir V. Putin- y sus objetivos declarados:
1.- paz, pan y tierra para el pueblo.
2.- Igualdad entre el hombre y la mujer.
3.- Educación y cultura en sus propios idiomas para las diferentes naciones de la Rusia zarista.
Según muchos historiadores y pensadores a través del tiempo- que ahora han sido contradichos por el actual presidente de Rusia-, “aquella Revolución probó que era posible un gobierno gestionado por campesinos, obreros y soldados”.
Personalmente conocí la URSS y muchos conocidos estudiaron en ella. Algunos de tales amigos ahora recuerdan “como era antes” (cuando existía la URSS) la convivencia entre las diferentes nacionalidades y etnias en aquel formidable espacio que — pesar de las “visiones” del actual Presidente de la RF de Rusia-, fue construido a partir de la Revolución Socialista de Octubre 1917.
Así lo ha recordado Enrique Ubieta en su perfil de Facebook:
“Este año se cumplen 40 de mi graduación en la Universidad de Kíev. Eran otros los tiempos, y Ucrania era parte de la Unión Soviética. Kíev, una hermosa y milenaria ciudad, cuna de rusos, ucranianos y bielorrusos (en sus orígenes indiferenciados), cumplió durante mi estancia de estudio 1 500 años. La ciudad era ruso hablante, y compartíamos el aula con estudiantes ucranianos, rusos y de otros orígenes del entonces multinacional Estado. También estudiaban con nosotros, en la misma aula, checos, eslovacos, alemanes orientales, vietnamitas, búlgaros. La residencia estudiantil era una Babel: africanos, árabes, latinoamericanos, y de Europa occidental, sobre todo portugueses, españoles, griegos, chipriotas. La foto tiene 45 años, es de 1978 (¡Dios mío!), y estábamos recién llegados: diez cubanos que estudiarían la carrera de filosofía. Jorge Carlos (abrigo rojo), trovador, mujeriego y el tipo más divertido que he conocido, dejó de existir muy pronto, por una complicación absurda en una patología aparentemente sencilla. Tampoco está Sira (la primera de izquierda a derecha), profesora durante muchos años del ITM. Luis, mi hermano de la Lenin y de Kíev, padece una enfermedad crónica que lo inhabilita. En Kíev nació mi primer hijo (la madre, cubana, cursaba entonces el 4to año de la misma carrera), el día en que recibí, en ceremonia solemne, mi título universitario. Regresé en 1987, brevemente, y no he vuelto nunca más. Hoy es otra ciudad, otro mundo. El fascismo, de la mano de Occidente, como mismo sucedió en los años cuarenta en Alemania, es alentado para enfrentar a Rusia, que ya no es un Estado socialista, pero sí un polo de poder no subordinado a Washington. ¿Volverá Kíev a ser una ciudad en la que convivan todas las nacionalidades de antaño? ¿Volveré alguna vez a pisar sus calles?”
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